En la entrada de hoy toca reflexionar acerca de la educación en casa, poniendo como punto de partida a una madre que educa a sus hijos en casa.
No se me ocurre apuntar ningún aspecto positivo de esta práctica, pues me parece totalmente desfavorable y, desde luego, no recomendable para ningún niño. Al pensar en un pequeño que tiene que estudiar en su casa, solo se me viene a la mente que tenga algún problema muy grave, como un problema de salud, como para no poder acudir al colegio.
Por una parte, me parece que el papel del profesor es fundamental, y que para un niño simboliza una figura de autoridad, en algunos casos puede incluso ser un ídolo o un modelo a seguir. Un padre o una madre no pueden, en ningún caso, sustituir esta figura, ni aunque ellos también se dediquen a la docencia. Y, en el caso de que el progenitor no sea docente, peor aun, pues nunca va a tener las competencias necesarias para formar a su hijo a lo largo de su vida académica.
Mucho más grave me parecen las carencias afectivas y sociales del alumno que estudia en casa. Para todos nosotros han sido muy importantes nuestros compañeros y amigos, las trastadas en clase, los recreos, los juegos... no me imagino mi vida sin estos momentos, que a todos nos hacen crecer como personas y nos enseñan a descubrir y controlas nuestros más diversos sentimientos y emociones. Privar a un niño de estas experiencias me parece, cuanto menos, una crueldad.
Por tanto, creo que el homeschooling, a parte de ser un intrusismo laboral indeseado, influye negativamente a un alumno, tanto en lo académico como en lo afectivo.
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