En esta entrada se va a hacer una reflexión sobre el Libro Blanco de la Educación, que recoge una serie de propuestas en materia docente, como paso previo y necesario para conseguir un acuerdo a nivel nacional y que, por fin, la educación deje de ser una peonza en manos de los partidos políticos.
Se trata, en rasgos generales, de un escrito muy optimista, que ensalza el papel del docente y su formación, así como la cooperación entre el profesor y el centro y las familias.
Un aspecto novedoso y, a mi parecer, muy necesario, es la propuesta de crear un Consejo Pedagógico del Estado, que se encargue de promover la innovación educativa, adaptándose a los cambios tecnológicos y asesorando a la administración, centros y docentes.
Otro de los temas que pueden resultar más polémicos es la cualificación, competencias y compromiso del profesorado. En los últimos años y cada vez con más fuerza se ha vivido un proceso de desprestigio de la profesión del docente, afirmando incluso que los profesores no saben nada o no valen para nada. No voy a entrar a comentar esto pues no es el objetivo de esta entrada, si bien es evidente que debemos reforzar el la visión social del profesorado o maestro, y recuperar su valor.
En cuanto a su formación, está claro que cualquier docente tiene una formación más que suficiente para ejercer su profesión, y que las lagunas se encuentran en las herramientas o métodos para ser capaz de comunicar, bien enseñar lo que ya sabe, y transmitirlo a sus alumnos. En el caso que nos compete, educación secundaria, bachillerato y FP, yo sí que soy partidaria de aumentar la duración de las prácticas, pues es en el contacto con el aula donde realmente se va a aprender a desenvolver un futuro docente. Sin embargo, los tres años de prácticas que propone el Libro Blanco me parecen excesivos. Con un año sería suficiente.
Por otra parte, también me parece importante impulsar la labor de los pedagogos, orientadores, psicólogos y profesionales más allá de los profesores, y que estos se encuentren integrados en el equipo directivo de cada centro. A su vez, reforzar la relación entre el centro y las familias, y que el equipo docente no sea visto por las familias como un enemigo, sino como un aliado.
En definitiva, queda mucho por avanzar en educación, y solo una nueva generación de docentes motivada podrá luchar para cambiar las cosas.
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